Con una sonrisa malévola, ojos llenos de soberbia y
expresión de triunfo, se encontraba, devolviéndome la mirada. Todo este tiempo,
este hombre había hecho mi vida imposible. La sorpresa fue inmensa cuando
descubrí quién realmente era. Lo único que pude pronunciar en ese momento de
pánico, fue su nombre: “Yo”.
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