The dreamwalker (fragmento)

-Es una niña…-

Mario volteó y con odio fijó su mirada en Raquel.

-¡Es una niña!- repitió.

Raquel miró hacia abajo y se quedó en silencio.

-Yo me voy.- dijo Mario, mientras se dirigía a la puerta.

Raquel se interpuso.

-Por favor Mario. Prometiste ayudar. El hecho de que sea una niña no cambia nada.- dijo Raquel con firmeza.

-¿No cambia nada? Tú eres la que más debería saber que eso es totalmente falso.-

-Prometiste ayudar…- dijo Raquel con una voz más suave, como haciendo un delicado ruego.

-Yo nunca prometí ayudar. Dije que sólo vería cómo iban las cosas y…-

-¿Cómo puedes ver cómo van las cosas sin siquiera haber analizado la situación?- dijo Raquel con voz firme nuevamente.

-Es… una… niña.- repitió Mario.

-Y esta niña necesita tu ayuda.-

Raquel no dejó de mirar a los ojos de Mario por ningún segundo. Mario empezó a sentir que la vista se le cansaba.

-Tú sabes que… tú bien sabes que… no puedo.-

Mario perdió el duelo de miradas y miró hacia un costado. Cayó rápidamente en la silla más cercana y se quedó mirando a la niña.

Era una pequeña que no tendría más de 8 años. Estaba tan apacible en la camilla. A simple vista pareciese que no tuviera nada, pero Mario bien sabía que las apariencias eran muy engañosas.

Raquel se arrodilló frente a Mario y lo tomó de las manos. –Yo lo sé, lo sé muy bien.- dijo con una voz más dulce y suave. Las manos de Raquel eran muy suaves y cálidas. Ayudaron a calmar un poco el nerviosismo y pusieron una pared ante la inminente ola de malos recuerdos que empezaban a agobiar la cabeza de Mario.

-Yo sé que esto es mucho pedir… pero tu don es algo único y una herramienta que Dios te ha dado para ayudar.-

-Pues Dios es un idiota con un sentido del humor muy oscuro.- Mario separó sus manos de las de Raquel al instante. Ahora estaba lleno de rabia. –Esto no es para nada un don, es todo lo contrario. Es una maldita maldición.-

Mario miró a la esquina del cuarto. Ahora sin la calidez de las manos de Raquel, la pared se rompió y los tristes recuerdos empezaron a danzar de una forma morbosa en la mente de Mario.

Podía ver a una niña sonriéndole en la lejanía. Su sonrisa era tan hermosa y hacía que Mario se sienta en paz y feliz. Pero como siempre pasaba, ese lindo recuerdo no duraba mucho. De su linda sonrisa empezaba a salir vómito y sangre. De sus ojos empezaban a salir muchas lágrimas. Lejana había quedado esa linda sonrisa. Ahora una persona en completa agonía y dolor se retorcía en el cuarto. Por más que Mario quería ayudar, sabía que era demasiado tarde. Y todo había sido su culpa.

-No te lo hubiera pedido si no fuera realmente necesario.- Raquel volvió a posar sus manos sobre las de Mario. –Te lo ruego… tú eres el único que puede salvarla.-

El cuarto se quedó en un profundo silencio. Raquel no dejaba de mirar directamente a los ojos de Mario, sin parpadear ni un segundo. Se podía oír su respiración y sentir el roce de sus manos.

Mario volteó la mirada nuevamente a la cama de la niña. "¿Cómo una apacible imagen de una niña durmiendo en una cama podría significar algo tan grave y triste?" pensó. "A veces la vida tenía un sentido del humor muy grotesco".

-Si es algo biológico… no puedo hacer nada.- dijo Mario en voz baja.

-Todo su cuerpo está en perfecto estado…- Raquel también miró hacia la niña. –Pero aún así no despierta. Hay algo muy mal, lo sé, lo presiento. Es por eso que te llamé.-

Mario miró al suelo un momento, pensando.

Pasaron varios minutos en los que el cuarto se sumió nuevamente en un profundo silencio.

Mario suspiró de forma lenta y larga. Se levantó y cerró los ojos por unos segundos.

-Entraré, veré rápidamente qué pasa en ella y saldré. No puedo prometer más.- dijo Mario abriendo los ojos. Esa era su realidad ahora.

-No podría pedirte más.-

Raquel se levantó y abrazó a Mario desde atrás.


“Créeme que lo que pides no es poco favor” pensó Mario.


(Fuente de fotografía: "Dark Times" de Mikko Lagerstedt)

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