-¿Cómo ha ido todo Kevin?- preguntó Mike detrás de la barra.
-No muy bien Mike.- respondí suspirando mientras reposaba mi
cabeza sobre mi brazo y mi codo sobre la barra. –No muy bien…- repetí mirando
hacia abajo.
-¿Qué ocurre?- preguntó Mike mientras me servía una copa.
-Digamos que he tenido mejores días. Todo este caso… me
tiene muy preocupado. Creo que incluso me estoy volviendo loco.- Cogí la copa y
la tomé de golpe. Le hice una seña a Mike para que me sirva otra.
-¿Más de lo que ya estás?- dijo Mike riendo.
-Salud por eso.- dije levantando la copa para luego volver a
tomar todo de un solo golpe.
–Estoy creo que a una cosa inexplicable más de irme al sanatorio.-
-Bueno, no estarías solo.- dijo Mike mientras apoyaba sobre
la barra. –Estaríamos todos para apoyarte y hacerte compañía.-
Mike sonrió y me guiñó el ojo. Me dio una palmada amigable
en el hombro y volvió a servirme otra copa.
Mike tenía razón, al menos tenía a mis amigos. Así estuviera
en el peor manicomio, al menos tendría con quien charlar y reírme.
Tomé la tercera copa igual de rápido como las otras dos.
Pude sentir el dulce néctar invadiendo mis papilas gustativas, deslizándose por
mi lengua y bajando por mi garganta. Se sentía muy bien el líquido fresco
pasando por todo mi sistema. Me reconfortaba, me hacía olvidarme de todas las
tonterías del caso y… de todo en realidad.
Me sentía tan bien en ese bar. En el televisor estaban
pasando los goles de mi equipo favorito. Había ganado 8 a 0 frente a su eterno
rival. Cada vez que veía los goles, me sentía más y más feliz. Mike había
puesto un poco de jazz en el bar, lo cual me relajaba y me hacía sentir como en
casa.
Quería que estos minutos duren para siempre.
Tomé otra copa y sonreí. –Mike, nunca te lo he preguntado,
¿qué trago es este? ¿Qué es lo que tiene? Es muy bueno.-
La música paró, el televisor se apagó y Mike se paró en
seco. La copa que estaba limpiando se le cayó de las manos.
Lo miré perplejo. –Eh… ¿Mike? ¿Todo bien amigo?-
Mike movió su cabeza lentamente y me miró a los ojos. No
pude evitar hacer un gesto de incomodidad.
Los ojos de Mike me miraban con un susto muy fuerte. Su
cabeza sudaba y sus manos temblaban.
Después de unos segundos todo su cuerpo
empezó a temblar. Parecía que estaba teniendo un ataque de pánico.
-No… No…- Mike empezó a tartamudear mucho. Empezó a tener
pequeños tics en el cuello. -¿No... No… sabes… qué… qué… tiene el tr… tr…
trago?-
Yo lo miré asustado. Respondí un poco temeroso y en voz más
baja. –No…-
Mike estalló repentinamente. Sus vísceras y sangre me
mancharon completamente.
Me saqué la sangre de los ojos con las manos y empecé a
temblar también. Caí de la silla asustado y empecé a arrastrarme hasta la
pared.
Frente a mí había estado Mike hacía unos segundos y ahora
toda la barra estaba llena de sus intestinos, pulmones y cerebro. La sangre era
abundante y despedía un olor nauseabundo.
Empecé a tener arcadas. Sentía toda la sangre caliente y
maloliente en mi cuerpo, incluso un poco había entrado en mi boca. Escupí todo
lo que pude y empecé a sollozar.
“¿QUÉ DIABLOS ESTÁ PASANDO?” pensé asustado.
Las botellas de los gabinetes detrás de la barra empezaron a
romperse y sangre empezó a emanar de ellas. El lugar empezó a llenarse de
sangre rápidamente.
Corrí a la puerta para escapar pero la puerta estaba
atascada. Cogí una silla y la tiré con fuerza. La silla logró romper el cristal
de la puerta pero sólo para revelar que tras de ella había una pared de
concreto.
-¡Mierda!- grité con
rabia.
Me subí a una mesa y empecé a ver horrorizado como el bar se
llenaba completamente de sangre.
El nivel de sangre subía rápidamente y yo seguía temblando
sobre la mesa.
-Diablos… DIABLOS… ¿QUÉ DEMONIOS OCURRE?- grité.
La sangre me alcanzó y tuve que empezar a mover las piernas
para mantener mi cabeza a flote. La sangre seguía oliendo muy mal, lo que hacía
que mi cabeza diera vueltas y empezara a tener arcadas nuevamente.
Seguí nadando hasta que la sangre llegó al nivel del techo.
La sangre empezó a ponerse de un tono morado muy oscuro, casi negro.
Mi cabeza chocó con el techo y empecé a subir mi boca para
tomar las últimas bocanadas de aire.
Después de unos segundos, ya no había ninguna rendija libre
de sangre.
Empecé a nadar en medio de la sangre tratando de buscar una
salida.
Nadé a ciegas porque mis ojos me ardían mucho al abrirlos
sumergido en la sangre.
Mis manos solo tocaban paredes y piso… o el techo… ya no
tenía ningún sentido de la orientación.
Mi corazón latía a mil por hora y mis pulmones reclamaban
aire. Me tapé la boca y la nariz con las manos para no respirar pero mi
instinto me traicionó.
Mi nariz dio un gran respiro.
Sentí como la sangre caliente entraba por mi nariz. Me
empezó a quemar todo el interior de mi cuerpo. Empecé a toser para botar la
sangre de mis vías respiratorias pero eso sólo empeoró la situación. Al toser
mi boca se llenaba de sangre también.
Mis pulmones quemaban como fuego ardiente y mi cuerpo
empezaba a retorcerse de dolor. Mi cuerpo y mente gritaban “aire” pero no
encontraban respuesta.
El dolor era tan fuerte que empecé a gritar, pero como el
toser, sólo hizo que se empeoren las cosas. Me agité, retorcí y moví en
desesperación. Mis manos temblaban y apretaban mi pecho y garganta como
tratando de quitar la sangre que tenía en mis pulmones manualmente.
Mis ojos se abrieron en todo esta tortura y me empezaron a
arder demasiado. Incluso mi piel sentía el calor de la sangre que tenía
alrededor.
Empecé a atragantarme con la sangre y vómito que empecé a
votar por el terrible olor y sabor.
Después de segundos de tortura
que parecieron una eternidad, empecé a rogar morir de una vez.
Quería detener
esto, no importaba si moría. Quería morir… quería morir… YA QUIERO MORIR…
DÉJAME MORIR… DÉJAME MORIR AUTOR… DÉJAME MORIR MALDITA SEA…
Kevin se levantó gritando con un sudor muy frío. El silencio
lo envolvió.
Miró sus manos y tocó su pecho. Su corazón latía muy rápido
y jadeaba como si hubiera corrido una maratón.
Su mente empezó a calmarse y orientarse en esos momentos.
“Departamento. Hogar. Tranquilidad. Todo está bien” pensó.
Su respiración se empezó a estabilizar y sus manos dejaron
de temblar. Prendió su lámpara de noche y miró su reloj.
“3:30 am”.
“¿Qué rayos sucedió? Esto no pudo haber pasado.”
Aquella era una pregunta que Kevin nunca podría responder.
Kevin no durmió por el resto de la noche.
FIN
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