Llego a una reunión a las 8 pm., como decía la invitación, y me encuentro con que no hay nadie. Suspiro y me preparo para por lo menos una hora de silencio incómodo.
Esto me pasa muy muy MUY seguido. A veces pienso que es un tipo de broma donde Dios se burla de mí desde arriba.
Ja ja... Debe ser muy gracioso verme en momentos incómodos, ¿eh Dios?
Esto me hace pensar que lamentablemente, vivo en una sociedad de impuntuales. La famosa frase "la hora peruana" retumba en mi cabeza. Sé que no es culpa de los organizadores, es culpa de los invitados, los involucrados, los amigos.
Esto de ser puntual es una "enfermedad" que tengo desde niño. Recuerdo que una vez, llegué a la hora a una proyección de una ponencia en la escuela y el lugar estaba desierto y sin arreglar. Para matar el tiempo, tuve que ayudar al conserje a poner las sillas.
He llegado a un punto en el que no sé qué odio más, si a mí mismo por ser puntual o a la sociedad impuntual en la que vivo.
Mis amigos siempre me dicen "¿Por qué llegas tan temprano? Nadie llega a la hora". Yo me pongo a pensar lo siguiente: "¿Hemos llegado a tal punto en el cual se ve feo ser puntual en nuestra sociedad?". Con ese tipo de comentarios me siento como un paria, un extraño, un raro. Alguien que cometió algo que no ocurre, algo malo, algo extraño.
Escribo este artículo justo en esta situación, sentado en un rincón, esperando. Sintiéndome extraño por ser puntual.
Esperando irme desde el primer momento en el que llegué.
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