Tú y yo somos amigos. Muy buenos amigos.
Un día te pido conversar un momento en privado. Nos sentamos en la banca de un parque y me preguntas qué quería decirte tan urgente y en secreto.
Yo te respondo: “Soy un viajero del tiempo”.
Tú respondes: “Sí, cómo no. Y yo soy un extraterrestre”.
Yo te digo que no soy un viajero del tiempo como el que ves en las películas. No tengo un DeLorean, ni una cabina telefónica, ni un reloj mágico.
Solo puedo viajar por momentos y hacer cambios mínimos.
Tú y yo… somos muy buenos amigos. Los mejores.
¿Y si te dijera que lo somos porque yo lo quise así?
¿Recuerdas dónde nos conocimos?
Tú respondes: “En la fiesta de graduación.”
Yo te digo que sí, efectivamente. En esa fiesta donde tú estuviste tan ebrio que no podías ni pararte. Yo te cargué y te llevé a casa.
Tú respondes: “Es cierto, fue muy agradable de tu parte, principalmente por parte de un desconocido.”
Yo te digo que es exactamente lo que acabas de decir. “Algo muy bueno viniendo de un desconocido.”
¿Y si te dijera que originalmente así no nos conocimos? ¿Y si te dijera que originalmente te caía mal y realmente no fuimos tan amigos como lo somos ahora? ¿Y si te dijera que hice todo lo posible para regresar y hacer las cosas justamente de la forma que a ti te causarían una excelente impresión de mí para poder así ganarme tu amistad duradera?
Tú respondes que eso no tiene sentido, tú no recuerdas nada de eso.
Yo te respondo que siempre ha sido así. Yo te pasaba las notas en clase para que tú sacaras excelentes notas, hasta mejores que las mías. También siempre supe lo que le gustaba a tus padres y por eso ellos me aman cada vez que voy a tu casa. Tu novia también me quiere mucho por ser divertido, amigable y bastante detallista, además de que siempre te llevo en el buen camino. Tus amigos lo mismo.
Yo te digo que soy el amigo perfecto para tí.
Tú no sabes qué decir. Después de un momento, preguntas: “Imaginemos que eso es cierto, ¿por qué te esforzarías tanto en ser el amigo perfecto para mí.”
Yo soy el que ahora se queda callado. Miro al cielo y sonrío.
Después de unos segundos, respondo: “Eso lo averiguaremos en algunos años.”
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